Lo bueno de vivir determinadas experiencias “de mayor” es que cualquier pequeño logro se aprecia con mucha más intensidad que cuando vives en esa juventud en que todo te parece normal. O quizá sea yo extremadamente sensible y todo me haga una excesiva ilusión, el caso es que quería compartir con el equipo la alegría que me generó subir mi primer puerto, Navacerrada, y que sirva a su vez de agradecimiento, porque una vez más compartir experiencias con esta marea amarilla me genera una felicidad tangible.

He de reconocer que nunca había salido un domingo con tanta gente y el ver el parking lleno de maillots amarillos ya me dio bastante subidón, pero andaba un poco muerta de miedo porque Silvia, my partner in crime, había causado baja en el último momento y en mi cerebro sólo resonaba una frase: “¡voy a ser un lastre!” (porque la fase: “me voy a quedar sola” ya la había superado, sabía que en Triboost nadie se queda colgado).

Todo lo que os voy a contar ahora es completamente verídico, no estoy haciendo méritos para ganar ningún bidón, malpensados, y la realidad es que fui tratada como una auténtica princesa. Y el cuento empieza, como todos, con un hilo musical, en este caso éramos Beni y yo cantando en mitad del parking; sí, era la canción de los ataúdes, estábamos dispuestos a morir en batalla, pero ¿y lo que mola empezar un domingo cantando?. Y así decidió que se unía a la grupeta B (decía que era porque quería tomarse unas cervezas conmigo, pero ya nos conocemos…), junto con Fernando, el Presi, José, un futuro tribooster (José, si lo lees estás tardando) y conmigo.

Empezamos calentando todos juntos, iba casi la última, así que tenía la visión perfecta: un equipo a fila de dos, completamente ordenaditos en una cola laaarga larga, así que sólo por estar ahí ya me sentía feliz. Al rato, Fernando, que me tiene más calada que calada porque me he convertido en la sombra de su rueda, avisa que bajamos el ritmo y que nos delscolgamos, con un “ Pilar, a partir de ahora tienes que ir a nivel de esfuerzo 4, que queda mucha tirada”.

Y así empezó la aventura de Navacerrada, arropada por Beni, Andrés, Fernando y Jose, al que luego se uniría Luispi.

¿Sabéis lo que es ver a gente que mueve muchísimos más vatios que tú esperándote? Pues algo que normalmente me genera una ansiedad tremenda (ese “soy un lastre” y “mejor no me doy una vuelta contigo porque en vez de disfrutar te vas a aburrir”) por una vez no se me cruzó por la cabeza, y os parecerá una tontería, pero creedme que para los paquetillos como yo es todo un mundo. Que por qué, la respuesta me la dio Fernando:  “Ya te tocará a ti esperar y lo harás con el mismo gusto”.

Y ahí tuve a toda la grupeta B animándome, preguntándome qué tal iba, si necesitaba descansar más, dándome consejos y disfruté como una enana, más que un niño pequeño el día de reyes. Fernando dice que iba soltando improperios, no le creáis, las señoritas no sueltan ni un solo taco, y mucho menos subiendo Navacerrada en una de esas curvas tan graciosas que parece que no acaban nunca. Todo mentira. La realidad es que Fernando iba hasta frenando para que no soltase su rueda… eso sólo pasa en Triboost.

Llegamos a la fuente de los geólogos, que era en principio el final del trayecto, donde Beni me esperaba con una barrita de caramelo: “Tómatela anda, da igual que te hayas tomado geles, que está muy rica y te va a encantar” y el Presi soltó la perlita: “pues te queda solo un kilómetro para hacerte tu primer puerto”.

Sí, me puse a bailar, a pegar saltitos y todo lo que queráis. No cabía en mí de felicidad, la sonrisa no me cabía en la cara y pensé esa frase muy mía “no hay nadie en el mundo más feliz que yo en este momento”. Pero compartirlo con gente que se alegra casi más que tú… eso no tiene precio.

En la bajada entendí la importancia de la fuerza de los lunes, me prometí comprarme unas mancuernas de más peso. ¿Cómo puede ser que sólo se aprecie el ascenso en el descenso? Y viendo la bajada mi felicidad iba en aumento (“¡¡todo esto es lo que he subido!!”). Ya llegando al recovery y con Luispi enseñándome a qué lado me tenía que poner para que me pudiese tapar el viento me volví a dar cuenta del pedazo equipo que tenemos y la tremenda suerte de pertenecer a él, y si además mi primer puerto termina con grupeta a y b juntas con el míster contando chistes… ni os cuento.

Gracias una vez más equipo, por hacer de ese domingo un día maravilloso y de cada entreno uno especial!

Feliz verano!

Pilar